Este paseo es ideal para perderte por las calles de la ciudad y experimentar el ritmo de la capital cántabra.
Puedes comenzar recorriendo esta senda monumental en Puertochico, un antiguo puerto pesquero que concentraba la actividad marinera durante el s. XIX y principios del XX. Hoy en día, es un lugar de gran atracción turística gracias a sus vistas y su oferta hostelera.
Cerca de allí, se encuentra una de las calles más típicas y más transitada por los santanderinos, Hernán Cortés, rodeada de pequeños comercios donde estamos seguros que encontrarás algo que comprarte.
A pocos metros de allí, llegamos a la Plaza de Cañadio, justo detrás de la Plaza Pombo. Se caracteriza por ser una de las plazas más populares de Santander, al tratarse de uno de los puntos de reunión para disfrutar del ambiente nocturno.
Junto a ella, está la Iglesia de Santa Lucía de estilo ecléctico, diseñada por Antonio Zabaleta. Fue construida entre 1854 y 1868 y dispone de un pórtico espectacular con grandes columnas de orden jónico. En el año 1987 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Si continuamos andando, llegaremos a la Plaza Pombo, de las más entrañables de la ciudad por la cantidad de recuerdos infantiles que se asocian a ella. Aún hoy, se mantiene la tradición de acudir los domingos por la mañana para intercambiar cromos. Allí encontraremos el Club de Regatas, también denominado Casa Pombo, es la sociedad recreativa más antigua de la ciudad.
Entre la plaza Porticada y la plaza Pombo podemos ver el Mercado del Este, tras sus paredes se haya una gran oferta de hostelería donde probar los pinchos más típicos que degustan los santanderinos, tiendas especializadas y hasta una sala de exposiciones.
Además, podrás conocer uno de los museos más importantes de la región el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), un espacio de 2000m2 con piezas de épocas que abarcan desde el Paleolítico Superior hasta la Edad Media.
Paralelamente al Mercado del Este, se encuentran dos de las calles más antiguas de la ciudad, El Arrabal y la Calle Del Medio. Tiempo atrás pertenecieron al Barrio del Mar, donde vivían pescadores y rederas. Hoy en día muchos santanderinos van a tomar sus pinchos favoritos y unos vinos.
Al final de estas calles, a la derecha, podemos ver la Iglesia del Sagrado Corazón, de estilo neogótico. En su interior destacan las coloridas pinturas de Heinrich Immenkamp y los doce pilares que representan a los doce apóstoles.
Si bajamos la cuesta, llegamos a la Plaza del Príncipe, bajo sus cimientos se encuentra un Refugio Antiaéreo. Te hará revivir uno de los períodos más negros de nuestra historia y que pocos conocen: la experiencia de los habitantes de Santander bajo los ataques aéreos que sufrieron durante la Guerra Civil.
Siguiendo recto llegamos a una enorme plaza, la Plaza Velarde, más conocida como plaza Porticada. En 1952, acoge por primera vez el Festival Internacional de Música y Danza de Santander, impulsado por Ataulfo Argenta y José Manuel Riancho, primer director del festival. En esta plaza se celebran eventos de gran importancia, desde conciertos hasta exposiciones.
En el subsuelo de la misma, se encuentra el Centro Arqueológico de la Muralla Medieval, que recoge los restos de las antiguas murallas que, en el s. XIII, separaban el entorno del mar y servían como muro protector de la villa.
Avanzando hacia la calle de en frente llegamos a la Plaza Alfonso XIII, conocida como la plaza de las Farolas, alberga dos de los edificios más emblemáticos de la capital: el edificio de Correos y el Banco de España.
Anteriormente, el Banco de España, fue un castillo de la época del rey Alfonso VIII que pervive hasta el siglo XX con numerosos cambios. En ese mismo siglo se construye el edificio conocido como Banco de España.
Si avanzamos en dirección al Ayuntamiento, a mano izquierda llegaremos a la Plaza de las Atarazanas, situada a los pies de la Catedral, originariamente construida como la Abadía de San Emeter. Fue declarada Interés de Bien Cultural en 1931. En la parte inferior se encuentra la Iglesia del Santísimo Cristo, en cuyo interior se encuentran los restos de los patronos de Santander, los santos mártires: San Emeterio y San Celedonio.
A mano derecha, paralelamente a la Catedral, encontramos las calles Calvo Sotelo, Juan de Herrera y San Francisco, con una variada oferta comercial.
Al final de estas calles, llegamos hasta la Plaza del Ayuntamiento, muy visitada por los turistas y el punto de encuentro preferido por los santanderinos.
Detrás del Ayuntamiento, podrás entrar en un mercados muy típico de Santander, el Mercado de la Esperanza, un edificio modernista dedicado a la alimentación y uno de los más grandes de Cantabria.
Continuando recto, en la dirección en la que veníamos para llegar al Ayuntamiento, dejando atrás estos edificios tan imprescindibles en tu visita, nos encontraremos con el Museo de Arte Contemporáneo (MAS). Desde su fundación en 1908, ha evolucionado constantemente hasta convertirse en lo que es hoy: un lugar de encuentro y de intercambio de ideas. Un museo que promueve el conocimiento de arte moderno, contemporáneo y actual. Actualmente se encuentra cerrado por reformas.
Cerca del museo, se halla la Biblioteca de Menéndez Pelayo que guarda un total de 45.000 volúmenes de gran importancia y de alto valor histórico y patrimonial, como los manuscritos de Quevedo, Lope de Vega y del propio Menéndez Pelayo.
A pocos metros de allí, se encuentra el Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS), su objetivo es la recuperación histórica a través del patrimonio fotográfico, que restaura y difunde en su sala de exposiciones abierta al público.
Después de este tramo del paseo más cultural e histórico te proponemos avanzar hasta la Calle Burgos, una vía peatonal que formaba parte de la desaparecida Alameda Primera en donde se encontraba la primera plaza de toros. La calle desemboca en la Plaza de Numancia, en la que destacan sus farolas decimonónicas con dedicatorias en recuerdo a personajes ilustres de la ciudad. Por aquí discurría el arroyo Mies del Valle, que desembocaba en la Ría de Becedo.
Avanzando por esta pequeña subida llegamos a La Alameda de Oviedo. Ofrece una variada oferta comercial y hostelera. En esta zona podrás degustar caracolillos, mejillones y rabas que convierten al aperitivo santanderino en una tradición.
Al final de la Alameda se llega a Cuatro Caminos, una plaza circular a modo de rotonda que está presidida por la esfera representando los signos del Zodiaco. Actualmente, conecta no cuatro sino seis vías: la avenida de Valdecilla, la calle Alta, San Fernando, Camilo Alonso Vega y la Avenida de Pedro San Martín.
Si bajamos por la calle de la izquierda, veremos la famosa Plaza de Toros, conocida también como Coso de Cuatro Caminos, fue inaugurada en 1890 con un aforo de 11.700 personas. Realizada por Alfredo de la Escalera, tiene 51 metros de diámetro, tendido y dos gradas. Sobre el piso superior hay una arcada de estilo neomudéjar decorada con los ‘hierros’ de las principales ganaderías españolas.
A su izquierda se encuentra el Mercado México, un mercado de alimentos que recibe este nombre en homenaje a los indianos que emigraron a ese país.
Cerca de allí, en una de las zonas más antiguas de la ciudad, se haya el Parlamento, antiguamente, Hospital de San Rafael. En 1987, al terminar las obras de rehabilitación se convirtió en Parlamento Regional.
Si seguimos por esa calle, para volver al centro de la ciudad, llegamos a la Calle Alta, una de las calles más típicas de Santander, donde se encuentra la Iglesia de la Consolación, una iglesia construida en el s. XVIII. Forma parte de los edificios más antiguos de los que se conservan en la ciudad. De estilo barroco clasicista, destaca la portada principal de su nave, en cuyo interior se custodia y venera la imagen del Santo Cristo de la Salud.
Para terminar este paseo, continuamos recto y dejando atrás la Iglesia de la Consolación, a mano derecha, encontraremos la Bajada Sotileza, en ella se encuentran dos obras que recuerdan el carácter marinero del Cabildo de Arriba, donde antaño llegaba el mar. La primera de ellas es una pintura mural y reproduce el primer párrafo de una novela de Pereda. La segunda, es un mástil de diez metros de altura con la figura de una mujer mirando por un catalejo buscando a los pescadores que están en la mar.