Gerardo Diego nació en Santander el 3 de octubre de 1896. Desde muy joven empezó a destacar en las artes, primero la música, y después la escritura que le encaminaría a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto. Es conocido su paso por Madrid, donde murió el 8 de julio de 1987 a los 90 años. Allí finalizó sus estudios y se integró en las conocidas tertulias del café de Pombo y participaba de los eventos artísticos más renombrados.
Él siempre volvía a su ciudad natal, además de por los lazos familiares, por los culturales. No era de extrañar verle paseando por los muelles contemplando los paseos de José María Pereda y, desde su infancia, mantenía una cordial relación con la casa de los Menéndez Pelayo, amigos de la familia.Y es que el afamado escritor de la Generación del 27 era un enamorado de su tierra a la que dedicaba muchos de sus versos. De hecho, les dio forma de libro en 1961 en la publicación Mi Santander, mi cuna, mi palabra, 151 poemas que configuran una hermosa autobiografía poética de su vida en su ciudad natal.
Gerardo Diego miraba al mar en muchos de sus poemas y, más concretamente, a la Bahía de Santander, a ella le dedicó algunos de sus versos:
Cristal feliz de mi niñez huraña,
mi clásica y romántica bahía
Él veía en el mar y en sus olas trabajadores infatigables y rítmicos. Para él las olas eran pura poesía. De hecho, a ellas les dedicaba esta magistral metáfora: “muere un verso en la arena y otro escribe”.
Por eso, no es de extrañar que el bronce de Gerardo Diego mire al mar. Es todo un homenaje a su amor por la ciudad y a su poesía, desde su banco mira hacia una poética Bahía de Santander que siempre le inspiró en su obra.